lunes, 23 de agosto de 2010

Una nota sobre H. G. Wells

Por Mariano Dubin
“A la escritura por otras puertas”
Año 2009


Todos sabemos la mala influencia de la literatura: prostitución, drogas, socialismo. Máxime si la mezclamos con la senectud (momento oneroso al higiénico siglo que nos alberga, de pronta desaparición, esperemos.)
H. G. Wells, en su cuarto. Olor a moho, humedad, libros viejos. Las paredes atiborradas de mapas. (Me pregunto qué hace el estado con los impuestos para limpieza y barrido.) Su cuarto es el fresco de un mundo que se aplasta gracias a la Ciencia, a las Guerras Mundiales y a los Desodorantes de Ambiente.
- Señor Wells –comencé la entrevista- Gran Bretaña ha mejorado sustancialmente su nivel de vida, su economía continua creciendo… entonces dígame: ¿cómo mantiene sus opiniones sobre la decadencia del Mundo Occidental?
- Usted conocerá seguramente lo escrito por Spengler –“Pastas Spengler”, para no conocerlas, no sé en qué piensa este viejo desvariado- no obstante pienso en otra decadencia. ¡Por Dios! ¿Cómo podemos vivir en un mundo donde el hambre sea posible? Piense en África…
- ¿África? Malthus ya nos advirtió de la sobrepoblación. En todo caso, África o Irlanda. Lo importante es nuestra Gran Bretaña, ¿no?
- Gran Bretaña ya no existe, tampoco el Imperio Británico que es un apéndice de otro Imperio. Sin embargo, Gran Bretaña me tiene sin cuidado. El hambre, señor, el hambre…
- Déjese de hinchar Wells con el hambre – de hecho estaba pensando en la opípara cena que mi criada debía prepararme y estos pobres me estaban abriendo el estómago raudamente -.
- ¡Infame! Es el destino de la humanidad, ¿entiende?
- …
- Entonces…- su sabiduría me apabulla realmente y entre frase y frase debo contrarrestarla con una breve siesta.
- …
-
- ¿Sabe, Wells? Un libro suyo me gustó mucho…
- ¿En serio?
- Sí, sí realmente me gustó mucho: La máquina del futuro.
- La máquina del tiempo.
- Ese, ese… sí, inclusive me resultó un libro práctico.
- ¿Práctico?
- Absolutamente. Es más, en una editorial he escrito: “¿Cómo solucionar un mundo sobrepoblado que el señor Malthus ya nos había advertido? ¿Qué hacer con tantos indios, comunistas, negros y sodomitas varios? Bueno, ¡mandarlos bajo tierra a trabajar! Porque el futuro es para los pueblos que prosperan con su esfuerzo de aplastar cráneos ajenos. Ya lo decía el señor Darwin: “sólo los ingleses sobrevivirán”.
- ¡Por Dios! ¿ha leído alguna vez a Darwin?
- ¿Eso importa, Wells?
- Absolutamente. Cada día más el hombre es esclavo del martillo, de la tuerca, de los clavos y olvida el libro. Entonces las plagas, las guerras, el hambre. Las guerras y las guerras…
- No me ilusione, Wells. He dispuesto parte importante de mi capital en la Industria Armamentística.
- ¡Innoble!, ¡inmoral!…
- Mire, no me hable de moral. Mi esposa habla como usted. Antes de la guerra pude comprar 5 % de las acciones de laboratorios Bayer. Pero mi esposa me decía que la salud era sagrada, que el cuerpo era sagrado, que Dios y la Medicina, que la salud no es negocio…
- Pues algo razonable, al fin.
- ¿Pero sabe qué sucedió? Mi cuñado, que posee una otitis crónica para los sermones femeninos, poca importancia le dio a esas palabras y compró el 5 % de dichas acciones. Eso fue poco antes de la guerra. Entonces, Bayer mejoró sus medicamentos utilizando los campos de concentración nazi como laboratorios. Negros, judíos, gitanos aumentaron día a día las acciones de mi cuñado. Hoy, los medicamentos mejorados luego de sus probas pruebas son los mejores valuados en la Bolsa y mi cuñado…
- ¿¡y los muertos!? – me interrumpe quejoso el señor Wells y repite: ¿¡y los muertos!? ¡Los judíos!
- ¿Y los judíos qué? La mayoría de ellos eran comunistas, radicales, encolerizados fundamentalistas de la causa rusa. Además dicen que pronto nuestra Gran Bretaña les regalará parte de Palestina: ¡Pedigüeños!
- ¿Y usted osa nombrarse periodista? El mundo se pierde si no pensamos en el otro como si fuese uno. Está en juego el futuro de la humanidad, señor. ¿No entiende?
Entonces comprendí que era imposible hablar con alguien tan viciado por los libros y la humedad. Seguramente influido por el comunismo y la literatura francesa. Lo dejé parlotear, mientras me dormitaba con la comida que mi criada me haría. Sin embargo, terminó de hablar y me pude ir a mi hogar.

No hay comentarios: