lunes, 30 de agosto de 2010

En lo profundo

Por María Paz Padilla
Seminario de Poesía
Año 2009

Busco en lo profundo las corcheas rotas.
Rompe
la gota al caer.

Me escucho,
rompen mis tímpanos.

Y ellos saltones, vidriados, pardos,
sólo ven.

Segundo

Por María Paz Padilla
Seminario de Poesía
Año 2009

Desprendo,
ternuras de la sien,
abre el oxígeno,
en un segundo,
de entrar
y correr.

Poema

Por María Virginia Fuente
Seminario de Poesía
Año 2009

Los leones rondan la casa
son leones de sombra,
crueles y escurridizos.

Supimos de su presencia
demasiado tarde.

Los leones cercan la casa
y adentro
nos culpamos y nos aterramos.

Nos han dicho que existen trampas
para leones ensombrecedores
pero no sabemos cómo
conseguirlas.

Alguien dijo que la niña de la casa
podría espantarlos.
Pero la niña está dormida, como muerta.
Y nadie se anima
a despertarla.

lunes, 23 de agosto de 2010

Gracias por el hielo

Karina Comas
"A la escritura por otras puertas"
Año 2009

-Hablemos de su técnica- le dije mirándolo tímidamente a los ojos
-¿Cuál de ellas?, me preguntó con sorna ¿La del arte de seducir mujeres? O tal vez la de cómo aplastar la tecnología y recuperar el goce de tener libros entre los dedos? También le puedo hablar de construir crónicas en medio de las balas de cualquier guerra…
-Cualquiera de las que me nombró me resultan intrigantes, pero aún puedo vivir sin el arte del levante de féminas, me llevo muy bien con los celulares conviviendo con mis libros y en cuanto a las guerras, trato de no leer demasiado. La técnica a la que me refiero es más urgente, más vital y sanguínea para mí…sentencié frente a aquel hombre canoso y descaradamente alto cuya mirada enamoraba hasta las estatuas.
-Hable, hombre, vaya al grano-apuró mientras tintineaba los cubos de hielo de su segundo vaso de whisky escocés.
Justo a mí me. habla de ir al grano, justo él que es el maestro de la creación, del suspenso, de la concesión al lector.
A mí que siempre le quise preguntar todo, o algo, o simplemente copiarlo en unos cuantos párrafos. A mí que había leído más cuentos suyos que de ningún otro y adornaba mi biblioteca obsesionada con sus libros. A mí que hoy lo miro atónito por sus destrezas latentes, por su sistema de caja negra. Parado ahí, emulando a García Márquez
dirimiéndome entre el lector admirador y el periodista que tenía la oportunidad de hacer el reportaje de su vida.
Me gana el lector enamorado de su autor y disparo:
-La del iceberg, esa creación suprema de no decir, de sugerir con lo no dicho, Ernest…
-En literatura se está limitado por los que ha sido hecho satisfactoriamente. Así que he tratado de aprender algo distinto. Primero de eliminar todo lo que es innecesario, comunicarle al lector mi experiencia, de modo que después de leer algo, él se convierta en parte de mi experiencia y le parezca que realmente ha ocurrido. Luego viene el diálogo, par darle vivacidad y sentido. Pero hay algo que debe recordar en especial : la misión del escritor es decir la verdad. En el iceberg, la parte que se ve es la verdad y la de abajo, la invisible, es la poesía a que se le imprime. Van de la mano, la retórica y la literatura le permiten el trazo lúdico, el sabor mezclado entre lo dulce y lo amargo, mientras que lo que emerge es una fotografía directa y fuerte- explicó con tono de maestro.
Tiempo después, el iceberg se desplomó, se derritió y se fragmentó en miles de espejos pequeños. Y aquella fotografía directa y fuerte se transformó en un disparo certero de escopeta salido de sus manos grandes que gatillaron el injusto suicidio que aún retumba en las letras de todo el mundo

Una nota sobre H. G. Wells

Por Mariano Dubin
“A la escritura por otras puertas”
Año 2009


Todos sabemos la mala influencia de la literatura: prostitución, drogas, socialismo. Máxime si la mezclamos con la senectud (momento oneroso al higiénico siglo que nos alberga, de pronta desaparición, esperemos.)
H. G. Wells, en su cuarto. Olor a moho, humedad, libros viejos. Las paredes atiborradas de mapas. (Me pregunto qué hace el estado con los impuestos para limpieza y barrido.) Su cuarto es el fresco de un mundo que se aplasta gracias a la Ciencia, a las Guerras Mundiales y a los Desodorantes de Ambiente.
- Señor Wells –comencé la entrevista- Gran Bretaña ha mejorado sustancialmente su nivel de vida, su economía continua creciendo… entonces dígame: ¿cómo mantiene sus opiniones sobre la decadencia del Mundo Occidental?
- Usted conocerá seguramente lo escrito por Spengler –“Pastas Spengler”, para no conocerlas, no sé en qué piensa este viejo desvariado- no obstante pienso en otra decadencia. ¡Por Dios! ¿Cómo podemos vivir en un mundo donde el hambre sea posible? Piense en África…
- ¿África? Malthus ya nos advirtió de la sobrepoblación. En todo caso, África o Irlanda. Lo importante es nuestra Gran Bretaña, ¿no?
- Gran Bretaña ya no existe, tampoco el Imperio Británico que es un apéndice de otro Imperio. Sin embargo, Gran Bretaña me tiene sin cuidado. El hambre, señor, el hambre…
- Déjese de hinchar Wells con el hambre – de hecho estaba pensando en la opípara cena que mi criada debía prepararme y estos pobres me estaban abriendo el estómago raudamente -.
- ¡Infame! Es el destino de la humanidad, ¿entiende?
- …
- Entonces…- su sabiduría me apabulla realmente y entre frase y frase debo contrarrestarla con una breve siesta.
- …
-
- ¿Sabe, Wells? Un libro suyo me gustó mucho…
- ¿En serio?
- Sí, sí realmente me gustó mucho: La máquina del futuro.
- La máquina del tiempo.
- Ese, ese… sí, inclusive me resultó un libro práctico.
- ¿Práctico?
- Absolutamente. Es más, en una editorial he escrito: “¿Cómo solucionar un mundo sobrepoblado que el señor Malthus ya nos había advertido? ¿Qué hacer con tantos indios, comunistas, negros y sodomitas varios? Bueno, ¡mandarlos bajo tierra a trabajar! Porque el futuro es para los pueblos que prosperan con su esfuerzo de aplastar cráneos ajenos. Ya lo decía el señor Darwin: “sólo los ingleses sobrevivirán”.
- ¡Por Dios! ¿ha leído alguna vez a Darwin?
- ¿Eso importa, Wells?
- Absolutamente. Cada día más el hombre es esclavo del martillo, de la tuerca, de los clavos y olvida el libro. Entonces las plagas, las guerras, el hambre. Las guerras y las guerras…
- No me ilusione, Wells. He dispuesto parte importante de mi capital en la Industria Armamentística.
- ¡Innoble!, ¡inmoral!…
- Mire, no me hable de moral. Mi esposa habla como usted. Antes de la guerra pude comprar 5 % de las acciones de laboratorios Bayer. Pero mi esposa me decía que la salud era sagrada, que el cuerpo era sagrado, que Dios y la Medicina, que la salud no es negocio…
- Pues algo razonable, al fin.
- ¿Pero sabe qué sucedió? Mi cuñado, que posee una otitis crónica para los sermones femeninos, poca importancia le dio a esas palabras y compró el 5 % de dichas acciones. Eso fue poco antes de la guerra. Entonces, Bayer mejoró sus medicamentos utilizando los campos de concentración nazi como laboratorios. Negros, judíos, gitanos aumentaron día a día las acciones de mi cuñado. Hoy, los medicamentos mejorados luego de sus probas pruebas son los mejores valuados en la Bolsa y mi cuñado…
- ¿¡y los muertos!? – me interrumpe quejoso el señor Wells y repite: ¿¡y los muertos!? ¡Los judíos!
- ¿Y los judíos qué? La mayoría de ellos eran comunistas, radicales, encolerizados fundamentalistas de la causa rusa. Además dicen que pronto nuestra Gran Bretaña les regalará parte de Palestina: ¡Pedigüeños!
- ¿Y usted osa nombrarse periodista? El mundo se pierde si no pensamos en el otro como si fuese uno. Está en juego el futuro de la humanidad, señor. ¿No entiende?
Entonces comprendí que era imposible hablar con alguien tan viciado por los libros y la humedad. Seguramente influido por el comunismo y la literatura francesa. Lo dejé parlotear, mientras me dormitaba con la comida que mi criada me haría. Sin embargo, terminó de hablar y me pude ir a mi hogar.

Hitler

Por Mariano Dubin
“A la escritura por otras puertas”
Año 2009

El lugar es un bunker militar atiborrado de mapas, croquis y libros abiertos. La luz tenue crea un ambiente que si no fuese por la cara enferma del sr. Hitler parecería el decorado de una película de guerra. Los diálogos sobreactuados y los cuerpos detenidos en sombras perfectas exageran la impostura. Finalmente habla: hoy cualquier pelotudo me hace una carta abierta. El bastardo Freud quiso diseminar al ser ario. Si somos una piedra, imposibles de dividir. Un solo pueblo. Hitler se golpea maquinalmente la cabeza. Indivisibles, como el átomo. ¿entiende Karl? Como el átomo… como ese físico judío que decía dividir el átomo. ¡Los arios somos los únicos que queremos sumar! Los judíos solo quieren dividir, los polacos restar, los finlandeses hacer tabla del tres, los griegos buscar los puntos en una línea, los… ¿entiende, Karl? Sin embargo Karl calla con un mutismo pétreo que confirma su indivisibilidad aria.
Las manos del sr. Hitler se mueven pavorosas sobre su escritorio. Levanta un papel y sus ojos se abren en una explosión: una “carta abierta”… ¿Carta Abierta a Hitler? ¿Y quién es este judío que me escribe una Carta Abierta? ¿Lo conoce, Karl? Usted no conoce a nadie. No sé quién lo trajo aquí: ¿yo? Por Dios, no lo recuerdo… ¡Karl escuche! Sí, ya sé que está cerca mío, grito porque quiero, ¿quiere que vuelva a gritar? Mire: ¡Karl escuche!
El sr. Hitler se mueve en su búnker. Karl es sólo una sombra en el piso. ¿Quién es Remarque, Karl? ¿Judío? ¿No sabe? Llame a Heidegger, Karl. Ahora, sí, ahora. Pregúntele quién es ese judío. Mire, lea esto: “Usted Gran Dictador no ha respetado…”. ¿vio? Es judío, sólo un judío lloraría así. ¿Por qué es judío, Karl? Claro que no sabe Karl, usted no sabe nada. Así de degenerada quedó la sangre alemana con tanto judío pululando por sus calles y plazas. Es judío, Karl, porque lloriquea y todos los judíos lloriquean. ¿Pero recuerda su República de Weimar, Karl? Allí gobernaban todos juntos: judíos, comunistas, hasta gitanos habría. ¿Qué sería de nuestra patria? Austria, los Sudetes, Alsacia y Lorena… Hitler calla cómo si hubiera olvidado la letra del guión y el silencio se hace engorroso. Karl sigue siendo una sombra en el piso. ¡La imprenta! Grita Hitler levantando el índice. La imprenta es un mal moderno, Karl. Prolifera todo tipo de basura judía. Gracias a la nueva patria que estamos forjando estamos curando a nuestro pueblo de la influencia judía y comunista. Cuántos escritores, músicos, psiquiatras envenenaban nuestras mentes de propaganda hebrea internacional. Se han desarrollado por el mundo, Karl Son una plaga. Hitler levanta informes y los va desparramando por el escritorio. ¿Has escuchado hablar de los Entre Ríos? Una provincia de la Amazonas del Brasil: Todos judíos. Lo dice este informe. ¡Ah pero extraño al señor Lang! Hitler se muestra apesadumbrado. ¿Has visto Metrópolis? Eres una bestia ignorante, Karl. Qué fílmico, qué pureza de valores. Pero, ¿sabes qué hace el señor Lang hoy? Basura judía, en Estados Unidos. Ese cine muestra la clara debilidad de un pueblo que ha convivido con negros y mulatos largo tiempo. ¡Si hasta Brecht escribe guiones para el cine de Estados Unidos! Propaganda judía, Karl. Hitler parece recordar algo y sonríe… ¿y Remarque? ¿Ese judío? ¡Le dije que llame a Heidegger ahora! ¡Quiero saber quién es ese judío que me escribe una carta abierta! ¡Llame! ¡Llame!

martes, 17 de agosto de 2010

¿Por qué escribo?

Por Celeste Lucca
A la escritura por otras puertas
Año 2009

A partir de “Los tres mosqueteros” de Alejandro Dumas.
“A nosotros echen la culpa del placer o del aburrimiento que esta obra produzca.
Sentado esto, pasemos a nuestra historia.”
Alejandro Dumas “Los tres mosqueteros”

¿Borges habrá leído a Dumas?, cuánto de cierto hay en eso que suelen decirme de que más que leer lo nuevo debería leer lo viejo, lo fundacional. Conocer a Jorge Luis, sí, pero ver antes (o después, pero antes que a otros) a aquellos que estuvieron antes que él; aquellos a lo s él leyó y admiró.
Y ¿porqué escribir?, ¿para qué?, es la eterna pregunta que jamás me he hecho, y jamás me hago.
Escribo porque así me sale, no es ni siquiera una elección, o así me gusta creerlo. Escribo y leo como respiro. Porque es lógico, es natural en mí, es lo que debo hacer.
Que lo haga bien o mal queda a juicio y criterio de quien lea mis líneas. Eso, sin embargo, no representa un límite a que lo siga haciendo.
Intentar cosas nuevas; soltar la lapicera y que mi mente corra sola sin ataduras, sin estructuras bien meditadas en las cuales lo que salga tenga que cuadrar a la perfección; escribir mejor, signifique lo que eso signifique; ser más yo cuando escribo, ésas sí son elecciones, las únicas posibles, al menos para mí.
Y si la locura de la tinta libre me trae comodidades, trabajo y demás, bienvenidas sean. Y sino, lo mismo seguiré escribiendo.
Esto es tal cual lo digo. Es decir, una completa falsedad.
Tal vez no sea tan así. Tal vez comencé a escribir porque era una necesidad y ahora simplemente queda lindo decirlo. Tal vez necesitaba de la hoja escuchándome y ahora tan sólo sea un capricho.
Salvo por el hecho de que no dejo de hacerlo y lo hago sin obligarme.
Tal vez lo que escribo, como las palabras mismas, sea una mentira útil y nada más.
Una falsa catarsis, un refugio potencial, el último reducto de mi libertad; único lugar donde soy. Realmente. Falsamente. Ficticiamente.