martes, 7 de diciembre de 2010

Muchas gracias por su atención

Por Carina Velo
Seminario de Poesía
Año 2010

Locutores de las calles,
vendedores del sólo por hoy permanente,
recorren la motricidad de colectivos
con un entusiasmo rígido
y ajeno.
Bolsos repletos,
con ansias de adelgazar,
cargan con los buscas y sus sonrisas.
Ruido
Humo
Calle
La noche los acuesta agotados,
y sus vasijas con correas
vuelven a llenarse,
para nutrir con sus pérdidas
esas muecas,
y esa voz.

Choque

Por Carina Velo
Seminario de Poesía
Año 2010

El cielo mundano
evidencia la noche,
lunas imprudentes
recorren la escena como ojos enemigos.


Él simula,
como jamás ha hecho,
la carencia de ataduras
y pechos anudados.
Simula la libertad
y el desprecio de las glorias.
Solo,
ante la inmencidad,
rosa el discurrir del todo,
de todos.
Enfrenta, sin más,
la mirada criminal de un dios.

El último tren

Por Alicia Barboza

Seminario de Poesía

Año 2010


Susurro palabras buscando la adecuada

Tratando de que mis mensajes perduren.

El dolor es algo que no espera.

El tren llega, se detienen en el andén,

Nos invita a subir.

En su silenciosa espera.

Subes.

Miro la partida respetuosa y alucinada.

Veo alejarse un sinfín de recuerdos,

Vivencias compartidas que parecen enlazadas

Por los misterios mismos de la vida.

Acarreando girones de mi misma

Escondidos en esa pequeña figura sobrecogedora,

Sola, guardando un asiento a tu lado.

Más, en este tren, no subo.

Espero en el andén.

Desaferrarse

Por Bárbara Dibene
Seminario de Poesía
Año 2010

¿Podrías deshacerte de las fotos que tomaste?
Instantáneas matizadas de risas
con sabor a eternidad.

¿Podrías batallar tus recuerdos?
Hasta vencerlos y dejarlos derrotados
en el vacío de la des-memoria.

¿Podrías dejar que te olviden?
Renunciar a tu nombre y tu voz,
sin esconder una copia en los ojos de nadie.

¿Podrías realmente aprender a morir?
Sin reclamos ni aspavientos,
sin aferrarte a tu almohada,
abandonando el tiempo
que ya no te pertenece.

Por Álvaro Vildoza
Seminario de Poesía
Año 2010

Ceguera

Habrás cerrado los ojos
mientas la ciudad se empañaba
cuando llovían suplicios.
Habrás evitado oír
los pasos desorientados de los
niños sin camino
a ningún lugar.

Habrás palpado tus bolsillos
cerrándolos,
ahogándolos
ante la húmeda mirada
del pedido cotidiano.


Habrás girado la cabeza
y caminado a casa tranquilo,
como yo.